El ayuntamiento de Polanco ha rendido un pequeño homenaje a Julio Sanz Saiz durante la conmemoración de la fiesta patronal de san Pedro Ad-víncula. Ha sido un evento sencillo, sin boato, pero profundamente sentido; se ha pretendido buscar el efecto…

Un reciente estudio revela que la mitad de los votantes de Podemos e IU no creen en Dios. No aclara el estudio si los votantes creyentes de PP, PSOE y Ciudadanos, que son mayoría, creen en el Dios de la Santísima Trinidad o, más bien, en el dios-dinero u otros dioses.

El histórico himno de la izquierda, la Internacional, afirma que «ni en dioses, reyes ni en tribunos está el supremo salvador», entendiendo por tribuno a un «orador político que mueve a la multitud con elocuencia fogosa y apasionada» (Diccionario RAE). O sea, un piquito de oro, un encantador de serpientes o, simplemente, un charlatán. O, siendo más benigno, un político con poder de persuasión.

Las acampadas del 15-M, curiosamente, recuperaron la «vieja» conciencia que, durante décadas, los trabajadores y los pueblos, en general, tuvieron presente en sus luchas y organización. Todavía resuenan en nuestros oídos los debates, en aquellas interminables asambleas, sobre si había que elegir o no representantes o, simplemente, dotarse de meros portavoces: ninguna de esas posibilidades prosperó, «nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor». Ni líderes ni, mucho menos, líderes indiscutibles.

La fiebre quincemayista, en esto como en otras muchas cosas, exageraba, pero apuntaba claramente en una dirección: todo el «aparato político tradicional», basado en estructuras jerárquicas y piramidales, NO NOS REPRESENTA. Y esa corriente, esa necesidad de cambio, parece haber contagiado a todos los partidos, muy a su pesar de algunos. El que más o el que menos afirma que desea el cambio y que está tomando medidas, lanzándose al cuello de todo aquél al que se le coge en un renuncio.

Pasaron las elecciones y las investiduras. Cada cual ha tomado las decisiones que ha creído oportunas o conformes a su manera de entender la política, a su ideología, o a los compromisos adquiridos. Y ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos. Nos están gobernando. Y, por los hechos les podremos juzgar.

Manifiesto ser votante de ACPT, pero, esta vez, he votado en blanco, lo confieso. No he sido capaz de elegir. Y es que también comulgo, desde hace mucho tiempo, desde mucho antes de que Podemos naciese, con los principios sobre los que se presentó esta formación: «Hay que buscar la unidad con la mayoría de la gente», «no a las sopas de siglas», «hay que dar el poder al Pueblo», «hay que dejarle participar, más allá del voto cada cuatro años, más allá de escucharlo cuando llegan las elecciones», «hay que darle la oportunidad de decidir»… Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Y parece claro que no debe ser fácil dar ese paso.

Además, he votado en blanco porque ni ACPT, ni Podemos (Torrelavega Puede) responden hoy a la idea que me había hecho de ambas formaciones. Posiblemente, la culpa o el error sean míos. Lo siento.

Mi hijo tiene una discapacidad del 79% y ha sido víctima de abusos sexuales en la Fundación Asilo de Torrelavega por parte de uno de sus profesores. Así quedó constatado en el juicio celebrado hace cinco años. Pero la Fundación Asilo se encargó de mover los hilos necesarios para que el juicio tuviera que repetirse por un mero defecto administrativo, erigiéndose desde el primer momento en defensor no del más indefenso, mi hijo, sino del profesor.

El juicio se ha repetido y mi familia y yo, independientemente del resultado, sabemos con certeza quién es el culpable de lo sucedido y quiénes, desde su hipocresía moral y su catecismo roñoso, son cómplices por sus vergonzosos silencios y sus cobardes manipulaciones.

El terror puede vestir alzacuellos. El miedo a perder el puesto de trabajo ha torcido voluntades de algunos testigos, y quienes no se dejaron intimidar por la sombra de la sotana pagaron su independencia y honradez con la pérdida de su trabajo.

Un profesor abusó de mi hijo, y la Fundación Asilo se apresuró a ponerse del lado del delincuente imaginando que de ese modo acallaría el escándalo. Pero mi voluntad no está en venta, ni lo está el honor de mi hijo. Ya es suficiente con que las familias que tenemos a nuestro cargo dependientes hayamos sufrido severos recortes en las ayudas que percibimos como para aceptar que también se recorte nuestra dignidad.

Tres meses sin opinar, cuando están pasando tantas cosas, es demasiado para quien no puede evitar sentirse concernido, cuando lo que está en juego es la política o, lo que es lo mismo, las decisiones que, durante cuatro años, van a condicionar nuestras vidas, las de nuestros vecinos y conciudadanos .

En este tiempo hemos podido asistir al espectáculo de la multitud de listas electorales que concurrían a las elecciones y las distintas valoraciones de los resultados. Como siempre, todos han ganado.

Para el PP, sus resultados son históricos. El PSOE se consuela con no haber perdido tanto y acaricia recuperar la Alcaldía. El PRC satisfecho pues se le presenta una nueva oportunidad de gobernar. Blanca Rosa porque se ha sacado la espina de su expulsión del partido. ACPT porque ha duplicado su representación. Torrelavega Puede porque, desde la nada, ha conseguido entrar. IU porque ha conseguido más votos. Y EQUO porque para ser su primera experiencia a nivel local, no está mal.

En primer lugar quiero agradecer, en nombre de todo el equipo de trabajo que componemos Izquierda Unida Torrelavega, a los 1.151 torrelaveguenses que han confiado en nosotros. Queremos deciros que no os vamos a defraudar y seguiremos trabajando, llevando las propuestas y reivindicaciones que tenemos en nuestro proyecto para Torrelavega, así como vigilando y denunciando, cuando sea preciso, las actuaciones de los representantes en nuestro Ayuntamiento. Tenemos mucho que aportar y lo vamos a demostrar.

Con sinceridad he de decir que, al mismo tiempo que lamento profundamente que Izquierda Unida no haya gozado de la confianza de suficientes vecinos de Torrelavega para desarrollar su proyecto político, me alegra saber que vamos a contar con compañeros y compañeras que tienen programas y sobre todo, una manera de entender la política muy parecida a la nuestra. Y celebro además que sean decisivos a la hora de gobernar nuestra ciudad. Tengo plena confianza en que esta nueva situación hará que a partir de ahora se gobierne por y para la gente. Espero, por ejemplo, que se establezcan prioridades a la hora de gastar nuestro dinero, pensando especialmente en nuestros vecinos que peor lo están pasando. Seguro que se acaba con el caciquismo y el clientelismo en nuestra ciudad. Confío en que se consultará y se tendrá en cuenta la opinión de todos los vecinos y vecinas de Torrelavega para tomar decisiones que sean importantes. Para estas políticas siempre van a poder contar con el apoyo total de Izquierda Unida.

En el Estado Español y por ende en Torrelavega, la ciudadanía solo conoce dos formas de hacer política: las imposiciones de todos los años de dictadura y las falsas promesas de la famosa y falsa transición que viene a llamarse democracia representativa. Ahora bien, realmente ¿la sociedad quiere otra forma de hacer política? Pues ingenua de ella, cree que sí, y lo llama democracia participativa y es la panacea de estas nuevas elecciones municipales.

¿Qué nos dice la socorrida Wikipedia acerca de la democracia participativa?: «La democracia participativa es un modelo político que facilita a la ciudadanía su capacidad de asociarse y organizarse de tal modo que puedan ejercer una influencia directa en las decisiones públicas.»

Ahora vayamos a lo concreto de nuestra ciudad. ¿Está dispuesta la ciudadanía en Torrelavega a ejercer los deberes que la impone la democracia participativa?

Yo opino que en su amplia mayoría no (por suerte contamos con honrosas excepciones). Seguimos esperando a nuestro verdadero líder o lideresa, que nos ilumine el camino, nos llene de ilusión para levantarnos un domingo de elecciones del sofá y no nos decepcione, al menos que no lo haga en cuatro años.

Y la preocupación crece. Al menos, para quienes no nos resignamos a quedarnos en casa, a base de «sopitas y vino».

Hay quien sólo mira los intereses de «los suyos» y, caiga quien caiga, como los peores forofos futboleros, no miran alrededor, y pierden de vista que, de tanto mirarse al ombligo, «los suyos» pueden quedarse con los mocos colgando.

Me refiero al desolador panorama electoral de Torrelavega, tal y como se encuentra en la actualidad. Mucha gente, visto lo visto, se plantea a quién votar o, incluso, si merece la pena votar en las municipales.

Hace unos días, escuchaba al concejal de ACPT, Iván Martínez, en Vegavisión, decir que «la izquierda tiene la obligación, tiene que ser capaz de ponerse de acuerdo y que, dejarlo para después, será tarde». Despertó en mí cierta esperanza. Y, en el mismo espacio, a Raúl Liaño, que IU «seguía apostando por un proceso de convergencia de izquierdas y que lo daría todo si vuelve a plantearse de nuevo». Podemos, con su candidatura «Torrelavega Puede», repitió lo que ya suena a cantinela, que ellos «buscan la unidad con la gente, más que la unidad de siglas». Equo no estaba presente, tampoco allí.

Y digo que suena a cantinela, porque a los pocos días el titular de los medios era: «ACPT y Podemos cierran la puerta a un pacto en Torrelavega». Mi atisbo de esperanza se desvanecía de nuevo.