Borja es mi hijo. Tiene un 80% de minusvalía. Su discapacidad es tan severa que no puede moverse por sí mismo ni hablar. Por eso soy yo quien exige en su nombre justicia, porque el día 3 de junio de…

Al finalizar de escribir el anterior artículo, me quedé con ganas de seguir reflexionando sobre el tema de la violencia en los niños, adolescentes y jóvenes. En escritos anteriores he tratado aspectos sobre el modelado, los refuerzos positivos y negativos, creo que para completar el tema iniciado en el anterior artículo es necesario que reflexionemos sobre la responsabilidad que todos tenemos de favorecer una educación positiva, y de una manera especial nos afecta a padres, profesores y educadores. Una palabra que quizás suene un tanto anticuada, pero a mí me gusta utilizar es la disciplina educativa, en el contacto con las familias de nuestros chicos, nos encontramos con padres que utilizan una combinación de disciplina relajada y poco exigente con actitudes hostiles, siendo un caldo de cultivo para los comportamientos violentos en los hijos. Los padres poco exigentes son aquellos que hacen lo que los hijos quieren, les dan excesiva libertad, sin valorar su responsabilidad.

En la anterior tribuna reflexionaba sobre el refuerzo negativo, y ponía el ejemplo del niño en el parque. En esta tribuna quiero reflexionar sobre la adquisición y mantenimiento de la violencia en los niños, adolescentes o jóvenes, un tema que me preocupa, por los casos que se están dando en nuestra sociedad.

Existen distintos factores en la adquisición de la violencia, pero quiero centrarme en el modelado como aprendizaje, que los mismos padres, otros adultos, compañeros o amigos ofrecen. Cuando castigamos mediante violencia verbal o física, se transmite un modelo de conducta agresiva. El niño aprende que los padres o profesores por medio de esta conducta consigue su propósito, y él imitar esta forma de actuar porque da resultado. Lo mismo sucede con los compañeros violentos, son modelos que ayudan a que el niño observador las aprenda. Tenemos que ser conscientes que hoy los niños están expuestos a otros modelos de conductas agresivas como pueden ser internet, los juegos, la televisión etc…

Cinco duros…

Veinticinco pesetas era lo que costaba aquella entrada verde, mal cortada y mal impresa, con su número de fila y su número de butaca, y con su fecha puesta con un sello.

Pero encerraba una aventura en la que la pantalla, la oscuridad y las pipas, ayudadas por la linterna del acomodador, te iban a introducir durante hora y media en la mejor de las aventuras. Porque entonces las películas duraban una hora y media, y no como ahora, que duran dos y tres horas, y les sobra todo lo que no sea su hora y media; lo que mandan los cánones.

En la anterior tribuna reflexionaba sobre el refuerzo positivo. Pero ¿cuántas conductas inadecuadas reforzamos en los niños?. En esta tribuna quiero acercarme a estos refuerzos en muchas ocasiones inconscientes.

Hace varios días, cuando me encontraba pateando las calles de Torrelavega, me crucé con un niño montado en una bicicleta de cuatro ruedas, que estaba cuidado por un adulto, pensé era su abuelo. Cuál fue mi sorpresa al observar que el niño le pega una patada a su abuelo y en su rostro aparece una sonrisa como gesto de haber hecho una gracia. El abuelo, lejos de reprenderle, se ríe como signo de aprobación, reforzando en el niño una conducta inadecuada.

«Lo importante no es triunfar; es disfrutar»

Anoche oí esta frase en boca de Ferrán Adriá, y me quedé con ella. Me parece, simplemente perfecta, y a quien hoy dedico esta entrega supo hacer de su profesión un arte y un triunfo… disfrutando.

Don Ángel Quintanal, guardia municipal, que no «policía municipal» como se llaman ahora. En su época eran «guardias» por que su función era la de «guardar», con lo que eso conlleva. La casualidad quiso juntar un «Ángel» con un «Guardia», y es que el Señor Quintanal era un ángel de la guarda para los conductores que diariamente tenían que sufrir el cruce de Cuatrocaminos, también llamado de Quebrantada.

Con un índice de paro en la comarca del Besaya que supera el 25,5% de los cuales en Torrelavega tenemos más 6.700 parados/as, a los que añadir más de 1.000 están en ERES, con más de 3.000 en pobreza extrema,…

Daba igual no llevar dinero.

Cada familia, tenía su tienda. Su farmacia, su Confitería, su Panadería, incluso su Mercería. Curioso. Y es que la mejor, sin duda, era la de mi familia.

En la foto, el edificio que albergó y alberga la Farmacia de Mi Familia. La Farmacia de Abascal. Han pasado ya muchos años; al menos los que van desde la llegada de mi uso de razón hasta esta tarde, y aún es el día que si por motivos puramente logísticos tengo que hacer «mi pedido» (lo siento, con 50 años uno está ya caduco) de medicinas en otra farmacia, prefiero que no me vean; me parece que les estoy engañando y traicionando. Y es que lo que une a un torrelaveguense con su farmacia, con la de su familia, tiene mucho que ver con nexos universales y etéreos. Porque ellos sabían lo que te pasaba, lo que te venía bien, lo que te daba alergia. Eran la extensión perfecta de tu médico de cabecera. Ninguno de los dos sin el otro. Guardaban alguno de tus secretos íntimos, y solo con un gesto de tu cara, sabían lo que necesitabas, y que lo que querías era «eso» que no se debe pronunciar en alto…