Agustín era uno de los grandes. Pero de verdad. No de los que se dicen buenas palabras cuando ya no están y cuyo recuerdo perdura tan sólo entre sus familiares y allegados. Dejó huella. Muchos fueron los que aprendimos no pocas cosas de él. Un legado de lucha y pasión. De logros y fracasos. De risas y llantos. De amigos y compañeros que codo con codo y a brazo partido lo dieron todo. Lo dan todo.
OPINIÓN
Acabamos de vivir el 8 de Marzo. Una conmemoración para reconocer y reivindicar.
RECONOCER la lucha emprendida por las mujeres con el fin de alcanzar la igualdad respecto a los hombres en todo el mundo y a la cual no se le puede poner fecha de inicio porque encontramos a mujeres luchando denodadamente en pos de ese objetivo en cualquier época histórica. Y REIVINDICAR porque los estudios que analizan a la sociedad española en relación a este tema en la actualidad son demoledores. En cualquier ámbito estudiado, las estadísticas describen una realidad social que se haya muy pero que muy lejos de alcanzar la igualdad efectiva entre mujeres y hombres.
En el mundo del trabajo la desigualdad adquiere unos tintes dramáticos que se han visto agravados en el contexto de la crisis actual y la aplicación de unas políticas gubernamentales que están incidiendo negativamente en la consecución de la igualdad efectiva cuando no generando una involución social en este aspecto.
Las cifras son tozudas y señalan que el desempleo femenino se sitúa un 1,5% por encima del masculino; la tasa de empleo 10 puntos por debajo de la de los hombres y sobre los salarios demuestran contundentemente que las mujeres cobran un 23% menos que sus compañeros por término medio. A esto hay que sumar aquellas estadísticas que sitúan a las mujeres a la cabeza de la temporalidad, la parcialidad de la jornada y la ocupación en los sectores productivos peor remunerados.
En nuestra evoluión de chavales, vimos cómo diversos intereses se nos iban aparejando para hacernos sentir cada vez más mayores. Se ponían a nuestro lado, caminaban a nuestro mismo paso, y se incorporaban a nuestro mundo con la misma fuerza que nuestra barba.
Estos intereses compartían muchas circunstancias. Nunca nos importaron; aparecieron de pronto y nos sorprendieron; aunque nos resistimos a ellos, al final triunfaban, y se convertían en lo más importante de nuestras vidas. En realidad no era así. Simplemente se convertían en lo más importante de aquel momento. Nuestras vidas eran otra cosa.
En anteriores artículos he reflexionado sobre normas, refuerzos, etc. En este artículo quiero introducirme en los castigos. Pero cuando hablamos de castigos nos cuestionamos, y hasta dudamos, si es bueno o no castigar, ya que cuando tenemos que castigar a quienes más queremos nos cuesta mucho, o hasta nos cuestionamos lo traumático que puede ser el castigo.
La palabra «castigo» tiene connotaciones negativas debido a los abusos cometidos, y quizás por eso lo relacionamos con la realización de conductas violentas, pegar, … pero cuando se quebrantan reglas importantes o una conducta es transgresora y queremos cambiarla tenemos que acudir a los castigos. El castigo sobre el que vamos a reflexionar está orientado a quitar o negar algo que le gusta al sujeto; retirar privilegios como consecuencia de esas conductas negativas.
Recientemente, el último viernes de enero, hemos celebrado el «Día del docente» efemérides en la que se pretende poner en valor el trabajo que maestros y profesores realizan a favor de la sociedad. Desde hace unos años la Consejería de Educación edita un libro, «Vidas maestras», en el que docentes jubilados ese curso narran sus experiencias frente al aula. Este año me ha tocado a mí colaborar en dicho libro ya que me jubilé el treinta y uno de agosto. Desde este rinconcito que me brinda Hoy Torrelavega, deseo compartir con quien quiera leerme algunas de mis experiencias de estos cuarenta y seis años.
En mi época los estudios de magisterio eran bastante sencillos: bachiller elemental, examen de ingreso en la Escuela de Magisterio, tres años de carrera, reválida y …ya podías ponerte al frente de un aula. Eran estudios totalmente memorísticos y apenas teníamos clases prácticas. Desde luego yo terminé mi carrera totalmente carente de formación para ejercer la profesión; bien es cierto que esa falta de preparación la suplí con mi entusiasmo. Después de un primer año dando clase en casa, me uní a una compañera de estudios y abrimos un colegio en un entresuelo (algo muy común en aquella época), con un aula para niños y otra para niñas.
Fue el guiño de los productos lácteos a las nuevas generaciones. «La Leche Collantes, hace a los niños gigantes».
Lo prometí en la entrega de Diciembre, y aquí estamos. Después de ver que es lo «que había», ahora vamos a reflexionar sobre «lo que no había»; y lo que no había era mucho.
Dicen que estas generaciones son mucho más altas que lo que éramos nosotros, y la creencia popular opina, sin duda, que los yogures han sido quienes lo han fomentado. De ahí el motivo de la foto que ilustra la entrega. A lo más que llegamos, fue a oír que existía un electrodoméstico que se llamaba «yogurtera», pero que a mi casa no llegó. Tampoco me importa. No soy un fanático de los yogures, por un argumento tan fácil, como que se pueden comer caducados (dice el ministro), y es que el yogurt es ya un producto caducado, porque para mí, es leche… «estropeada»… Comparto muchas cosas con D. Carlos Herrera, pero el poco cariño hacia los yogures, es una de ellas.
Dice una canción de los años 80 lo siguiente: «Queridos amiguitos, en este mundo todo está bajo control… ¿todo? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos
resiste ahora y siempre al invasor con una poción mágica
que los hace invencibles: el cerebro».
Viendo los acontecimientos que ha sucedido estos días en Gamonal, me he acordado de esta vieja canción. Una canción que describe perfectamente el sentimiento, la raza y el orgullo de una sociedad a la que parece que se ha menospreciado en numerosas ocasiones, pero una sociedad que piensa y es inteligente.
Cuando reflexionamos sobre educación, nos damos cuenta de la dificultad de afrontar esta tarea imprescindible en la sociedad. Recientemente he leído un estudio publicado por la Fundación Santa María donde un 67% de los jóvenes dicen tener interés en ser educados en valores, y el 32% manifiesta un interés medio. Recuerdo una impactante reflexión de Steven Miles que dice, «Si los jóvenes son valorados como algo en la sociedad actual, ese valor reside en el papel como consumidores». Con esta expresión me viene a la cabeza las campañas publicitarias, el marketing, donde nos venden productos para consumir y los programas de televisión o revistas donde nos publicitan las infidelidades etc., y me pregunto ¿qué sociedad estamos creando?, los jóvenes nos están pidiendo educación en valores, ¿cuánta publicidad hacemos de los valores?.
¿Cómo es posible que entren en todas las casas del mundo en una noche? Y nada… que no me puedo dormir…
Puestos a escribir de nostalgia de nuestra infancia, la Noche de Reyes se tiene que llevar la palma; sin duda.
Nunca llegaba el día, y además, cuando llegaba se marchaba muy rápido. Había que volver al «cole». La Noche de Reyes es sin duda una noche mágica llena de sensaciones tan intensas, que aunque los años las vayan borrando, algunas siempre permanecen. La mía era y sigue siendo, la de asomarme a la ventana y pensar que en todas las casas está sucediendo algo mágico.