Llegando hasta la localidad de Cuchía, en el municipio de Miengo, tenemos poco antes de llegar a su conocida playa un pequeño rincón de vida recuperado gracias al trabajo que la Consejería de Medio Ambiente llevó a cabo en el lugar entre 2005 y 2006. Lo que fueron dos pequeñas lagunas sobre fondo arenoso cuyas aguas no tenían salida al mar porque la formación dunar de la playa se lo impedía, y presentaban un lamentable aspecto, hoy es un humedal repleto de vegetación donde se refugia una importante población de aves y su visita se hace muy cómoda siguiendo un recorrido por senderos y pasarelas de madera.

 

Partiendo del barrio Las Presillas, en las inmediaciones de la localidad de Vargas, contamos con un acceso relativamente cómodo que nos lleva hasta la misma cumbre del Pico más emblemático de toda la comarca de Torrelavega: el Dobra; aunque en rigor debíamos decir La Capía -su verdadero nombre-, dado que por Dobra se conoce a toda la sierra sobre la que se yergue.

El camino es, en principio, una pista forestal que se encuentra asfaltada en su totalidad hasta la entrada a una descomunal explotación extractiva de roca caliza cuyo devastador efecto sobre el paisaje y el medio natural queda de manifiesto con una sencilla mirada.

Poco antes de llegar a este escenario, la pista corona un alto a cuya derecha se abre un camino de monte cuyo acceso permanece cerrado con una portilla de estacas y alambres que se abre fácilmente para poder seguirlo, no sin antes asegurarse de haber vuelto a cerrar el paso para mantener a los ganados en sus recintos de monte.

Son pocas las personas que conocen el único lago de origen natural de nuestra comarca. Para descubrirlo hay que acercarse hasta Rumoroso, en la localidad de Polanco, ayudándose de unos sencillos indicadores de madera que nos conducen a sus orillas desde la carretera local a su paso por el centro del Barrio. 

Partiendo del barrio de Tarriba, en la localidad de San Felices de Buelna, podemos acercarnos a uno de los más bellos de entre los escasos bosques que nos quedan en la cuenca del Besaya. Crece en la llamada valleja de las Tejas, que da nombre también al monte, en cuya entrada se encuentra una de las joyas más desconocidas del arte rupestre cantábrico.

La visita a este paraje se inicia desde el pueblo (o barrio) de Tarriba, que ha de atravesarse por completo para seguir por una pista asfaltada que se dirige hacia el monte. Esta pista va atravesando un paisaje cada vez menos «humanizado» y más natural hasta que, a menos de dos kilómetros del pueblo, nos encontramos con un sendero (señalizado) que asciende por la izquierda hacia una pared rocosa de la montaña en cuya base nos vamos a encontrar con un gran abrigo rocoso bajo el cual se abre la Cueva de Hornos de la Peña.