Cada tres años, al hacerse públicos los resultados de la evaluación internacional de nuestro alumnado, comienza el llanto y crujir de dientes y nos rasgamos las vestiduras a causa de los supuestos malos resultados (según algunas opiniones, desastrosos) obtenidos por nuestro país.

Por si alguien tiene dudas, el informe PISA (Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) es una prueba que realiza la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos cada tres años en 65 países del mundo y que mide las destrezas en matemáticas, lectura y ciencias de chicos y chicas de 15 años. Es una prueba similar a las de inteligencia, porque apenas evalúa conocimientos ni la aplicación de estos, sino que la mayoría de los ítems son deducibles, por lo que el currículo escolar no es decisivo. Por tanto, desde mi punto de vista el estilo de enseñanza tiene más peso en esta prueba que los contenidos en sí.

Uno de los proyectos más exitosos de movilidad en Europa se llama «Erasmus», programa según el cual alumnos de educación superior (universitarios, F.P. superior y enseñanzas artísticas superiores) pueden estudiar durante unos meses en un país europeo diferente del suyo de residencia. Para que este proyecto esté al alcance de todos, está dotado de becas cofinanciadas por la Unión Europea y por los diferentes estados miembros. España es el país que más «Erasmus» envía y recibe: unos cuarenta mil estudiantes españoles disfrutan este año de una beca de este tipo.

¿Por qué es tan importante este proyecto? Si consideramos la educación como el medio de conseguir una sociedad más justa e igualitaria, el acceso a ella debe ser posible para todos, sea cual sea su condición social. Este es, a mi juicio, el papel que cumplen las becas Erasmus: cohesionan, ofrecen igualdad de oportunidades a nuestros jóvenes, coadyuvan a su formación y, por tanto, mejoran nuestra sociedad y nuestro futuro como país.

El libro de texto es un instrumento de la educación que desde hace años está generando debate entre los docentes. ¿Cuál es su importancia en el hecho educativo? ¿Es imprescindible? ¿Libro de texto o libros en general?

Por lo que me indica la experiencia, en este tema hay dos opiniones contrapuestas: la que sostiene que el libro de texto es imprescindible y la que considera que no es necesario, sino que lo serían diversos libros y materiales de utilización colectiva. No estaría mal contemplar una tercera vía que haga compatibles las dos posturas anteriores.

Creo que se puede prescindir perfectamente del libro de texto como eje central y fuente casi única en cada materia que plasma un currículo ordenado que ha de seguir el docente. Esto puede hacerla más cómoda para el maestro o maestra, pero más rígida y de menos interés para el alumnado, además de no favorecer la educación en competencias.

Y continúo haciendo algunas reflexiones en torno a la educación, en esta ocasión sobre  aspectos que se han hecho públicos de la nueva Ley que, según parece, quieren llamar de Calidad Educativa y que de eso no tendrá  más que el nombre porque por lo que sabemos hasta ahora, será regresiva, segregadora y excluyente.

La vigente Ley Orgánica de Educación (LOE) establece que todos los centros educativos realizarán evaluaciones de diagnóstico a finales de 4º curso de Primaria y 2º de ESO. Esta evaluación tendrá un carácter formativo y orientador para los centros e informativo para las familias y el conjunto de la comunidad educativa.

Su finalidad es obtener datos representativos sobre el grado de adquisición, por parte del alumnado, de las competencias básicas del currículo y valorar en qué medida el sistema educativo prepara para la vida y forma a los estudiantes para asumir su papel como ciudadanos en la sociedad actual. La autoridad educativa de Cantabria dejó muy claro, hasta el curso pasado, que no se pretendía establecer ningún ranking ni competencia entre los centros educativos. Y digo «hasta el curso pasado» porque el señor Consejero Miguel Ángel Serna, cuando hizo público el resultado de la evaluación del curso 2011-2012, no se limitó a comentar el estado general de la educación en Cantabria, sino que se ocupó de establecer una clasificación entre centros, cosa que sentó bastante mal a un sector amplio de los educadores porque «nos estaban cambiando las normas a mitad del partido».

Debo escribir sobre educación. Hay tanto que decir que no sé por dónde empezar… Tengo que aclarar que cuando hablo de educación lo hago de la Educación Pública (escrito así, con mayúscula) o de aquella que, siendo concertada asume los valores que implica la educación como servicio público, como medio para que nuestros niños y niñas accedan a la igualdad de oportunidades y posibilidades y se consiga en este país una sociedad más igualitaria, mayor cohesión social. Creo que voy a decir generalidades, cosas que toda la ciudadanía ya sabe pero por si hay alguien que todavía no ha pensado en el tema ahí van algunas simples reflexiones.

Estamos muy frustrados porque quedamos muy mal en las evaluaciones internacionales pero ¿nos damos cuenta de dónde partimos? ¿De qué todavía en los años setenta del siglo XX había un índice importante de analfabetismo en nuestro país, cuando en lo que llamamos países de nuestro entorno ya habían olvidado lo que era eso?

En este mi último curso como docente, porque, como todo llega en la vida, mi jubilación también, pienso en mi carrera profesional y en los más de mil niños y niñas preadolescentes que a lo largo de estos cuarenta y seis años han pasado por mis manos y en los que he influido, espero que de manera positiva. Mi objetivo, mi deseo más ferviente es que haya podido ayudarles a formarse tanto desde el punto de vista académico como humano. Mi generación ha tenido como meta la idea de «educación integral», que puede sonar a concepto manido o pasado de moda, pero que sigue vigente en el mundo de la educación, aunque sea llamándose de otra manera (una buena parte de los cambios educativos lo son solo de nombre).

Está la sociedad rasgándose las vestiduras porque un informe de la inspección educativa de la Comunidad de Madrid manifiesta un «desastroso» nivel de conocimientos culturales positivos de los licenciados de Magisterio; es más, parece que tienen grandes lagunas en contenidos básicos de educación primaria. Cuando lo leí me quedé perpleja, no podía creerlo… ¿Cómo es posible? ¿Cómo han conseguido estos licenciados superar la Educación Secundaria Obligatoria, el bachiller, el examen de selectividad y una carrera universitaria? Si el informe es cierto, ¿a qué altura quedan todos los profesionales que se han encontrado en su camino y todo el sistema educativo español, incluida la universidad?

Llegados a este punto, permítanme que dude de la veracidad del informe; creo que está manipulado a conciencia, que a través de él se pretende desprestigiar a una profesión que se ha vuelto un poco incómoda por sus reivindicaciones a favor de la escuela pública y en contra de los recortes, y que da otro paso para justificar una nueva ley educativa que nadie ha pedido y que nos hace retroceder en el tiempo (y no para bien, precisamente). Porque, si yo estoy equivocada y los resultados fueran ciertos, las autoridades educativas tendrían la responsabilidad de hacer que toda una generación de maestros volviera a pasar por las aulas, y no para enseñar, sino para aprender. Es posible que algún despistado no se haya dado cuenta de que el río Ebro no pasa por Madrid, pero vamos… lo que no me puedo creer es ese supuesto analfabetismo de personas tituladas en las Escuelas de Formación del Profesorado. ¿Se dan cuenta de la gravedad de lo que dicen? ¿De que están echando por tierra la profesión que está en la base del progreso de nuestra sociedad?