Recientemente, el último viernes de enero, hemos celebrado el «Día del docente» efemérides en la que se pretende poner en valor el trabajo que maestros y profesores realizan a favor de la sociedad. Desde hace unos años la Consejería de Educación edita un libro, «Vidas maestras», en el que docentes jubilados ese curso narran sus experiencias frente al aula. Este año me ha tocado a mí colaborar en dicho libro ya que me jubilé el treinta y uno de agosto. Desde este rinconcito que me brinda Hoy Torrelavega, deseo compartir con quien quiera leerme algunas de mis experiencias de estos cuarenta y seis años.
En mi época los estudios de magisterio eran bastante sencillos: bachiller elemental, examen de ingreso en la Escuela de Magisterio, tres años de carrera, reválida y …ya podías ponerte al frente de un aula. Eran estudios totalmente memorísticos y apenas teníamos clases prácticas. Desde luego yo terminé mi carrera totalmente carente de formación para ejercer la profesión; bien es cierto que esa falta de preparación la suplí con mi entusiasmo. Después de un primer año dando clase en casa, me uní a una compañera de estudios y abrimos un colegio en un entresuelo (algo muy común en aquella época), con un aula para niños y otra para niñas.