Este mes se cumple el centenario del cierre de uno de los medios de comunicación claves en la Ciudad Crujiente de comienzos del siglo XX. La última semana de noviembre del salía a la calle el postrero número del semanario Ayer Crujiente de la Vega. Los emprendedores que estaban al frente superaron no pocas adversidades durante dos décadas. Quizá la más importante fue que la dirección estuviera en manos de una mujer, doña Juana Alarcos de la Frontera y Picatoste; afortunadamente los tiempos han cambiado.
Cuatro patas para un sueño
-Mira, el bisnes está muy parado; hay que crear sinergias, ¡sinergias!
-Siempre puedes comprar un condensador de fluzo.
-No te rías de mí, calla y escucha.
-Lo primero no te lo garantizo.
-Tengo mucha gente contratada. Ya sé que tengo la solución de los contratos de fin de obra, pero ya no es lo mismo. Está el terreno ese que tenéis muerto de risa, no es muy grande, pero cabe un montón de sinergias.
-Oye, en serio, ¿tú sabes lo que son las sinergias?
-Como te iba diciendo, en ese solar se puede crear un edificio multiusos. No es momento de viviendas; en ese asunto ya estoy: hay bastantes inmuebles vacíos que hemos seleccionado para…
-Al grano.
-Uy, perdona. Bueno, pues se puede levantar un edificio para multitud de usos.
-¿Qué usos podrían ser esos?
-Muchos, el edificio tendría utilidad real. Siempre buscando el beneficio dela comunidad.
-Anda ¿ahora eres de esos de la teoría del bien común? Esto no me lo esperaba.
Ciudad Crujiente. Dos de la tarde. A las puertas de un colegio. Los niños están a punto de salir. Tal vez entre ellos se encuentran futuras personalidades de la ciudad, empresarios, médicos, abogados, maestros, artesanos, e incluso políticos (qué se le va a hacer). Un montón de padres y abuelos esperan a los churumbeles.
-Ay, Piluca, pues sí; cómo se hacen mayores, ya están acabando la Primaria. Parece que fue ayer cuando mi Andresín jugaba con los bloques de construcción junto a tu Pedrito.
-Qué bien lo sabes, Anuchi. Aiiins. Se pasaban horas construyendo en el parque. Qué pasión por construir. Eran tan entrañables…
-Y con ellos solía jugar Marquitos. ¿Te acuerdas?
-Cómo no me voy a acordar. Qué obsesión con poner los bloques en la hierba. Tooodos los jardincillos del parque llenos de bloques. «Ahí, no. Cariño, en las zonas verdes no se puede construir» le recordaba siempre su mamá.
-Señor, es usted obscenamente brillante.
-Bueno, no creas, Lucio.
-Rotondas… Magnífico.
-Fue una cuestión de cálculo. Imagine. Un cruce cualquiera, diez metros de diámetro, esto es, de extremo a extremo. Si un coche quiere continuar por la misma calle, recorrerá aproximadamente 15 metros; esto es, 5 metros de más que en línea recta. Si quiere ir hacia la izquierda de la otra calle de la intersección, recorrerá algo menos de 22 metros. Y, si quiere seguir su ruta por la misma calle en sentido contrario recorrerá cerca de 30 metros.
Las seis de una tarde de primavera era un buen momento para pasear por Ciudad Crujiente. La leve brisa aligeraba los rigores de un calor que se había adelantado unas semanas. Zoilo y yo íbamos a cruzar por un paso de peatones. Pero, ¡ops!, en la acera había un descapotable que impedía el cruce.
Zoilo me señaló un banco de la plaza cercana. Nos sentamos. La comisaria está a cincuenta metros de distancia. Y algo debería suceder. Pasaron peatones; todos rodeaban el vehículo y cruzaban de acera sin más miramientos. Llegó la grúa municipal; se detuvo por un instante junto al coche. Nos disponíamos a levantarnos para aplaudir al agente y al operario; en ese momento la grúa continuó ruta. Nos sentamos y continuamos a la espera. Algo debería suceder… o no.
*Lucio Terán siempre afirmó que en este texto había un pasaje en el que se hace un guiño a Edgar Neville y a una de sus novelas. Lamentamos no haber podido localizar el pasaje del texto ni la novela aludida. Sin duda…
9:00 a. m.
Me levanto excelso. Ya en el baño, tras cepillarme los dientes, sonrió a la persona del espejo, sus dientes refulgen más que ayer. Guiño un ojo picaronamente mientras me peino el pelazo de flequillo rampante.
Me visto con elegancia, pero sin corbata. Para todas las clases sociales. Por cada promesa electoral, siete centímetros menos de tela. El puño de la manga no me llega al codo. A estas alturas de campaña la chaqueta ya me queda muy justa. Strip-tease electoral.
11:09 a.m.
Salgo a la calle. Respiro hondo. Uhmmm, huele a éxito electoral.
Esta mañana repartiré dípticos a cascoporro. He mejorado un 30 % mis saludos cordiales a viandantes que no suelo ni mirar durante el crudo invierno de la legislatura. Nos han aconsejado que nos dejemos caer por las terrazas de las cafeterías y que nos incorporemos de inmediato para dar un 20% de palmadas en la espalda. No pago ni un café.