Las Ferias

Valoración del Usuario:  / 4
MaloBueno 

Todo el mundo creía que las Ferias empezaban cuando comenzaban las Fiestas, es decir: la víspera de La Patrona. Pero no...

Para nosotros, los niños, las Ferias empezaban cuando llegaba el primer camión con piezas de las atracciones; un caballito, una cesta de la noria, una cartolilla de los coches de choque... Daba igual. Habían llegado las Ferias. En Bilbao, mis abuelos las llamaban "las barracas", y en muchos otros sitios "los cacharritos"...

Ese era el primer paso. Acercarse a La Llama para ver como montaban las atracciones, y más especialmente, los coches de choque. Además de ser una atracción divertida, nos hacía soñar que ya éramos conductores... "como mi padre..." Ponían los tacos de madera, las traviesas, y toda la pista. Ya luego los pilares, ya estructura y el toldo. Se arrimaba la caravana, y entonces ya, aparecían los coches, tan maravillosos. Entre ellos, el nº 5... era el que más corría, sin duda. Sin la misma duda de que ahora mismo, yo solo, sería capaz de montar aquella pista.

Y así, desde la semana anterior, iban creciendo las atracciones. Era como si aparecieran por generación espontánea. La Plaza de La Llama se iba llenando de atracciones, y el viernes, antes del día de la Patrona, estaba ya todo listo.

Entonces era como si alguien dijera: "sigamos con el proceso, pongamos gente, pongamos olores, pongamos sonidos..." y la alegría, el ruido, el jolgorio, y sobre todo la ilusión, se instalaban en aquel "recinto ferial" como de forma contundente lo llamaban los mayores.
Por la calle La Llama, las atracciones importantes: los caballitos de Ortega, la noria de Cervera, y los coches de choque de El Caspolino, las más tradicionales y sobre todo, las más fieles. Otras habituales: el pasaje del terror, el látigo, el balansé. Las de los pequeños: carruseles, el tren de la bruja, las barcas...

Un montón de recuerdos que se acumulan. Las chispas del alambre de los coches de choque, los dos cerdos pareados de los caballitos. En los caballitos también, unos asientos como de carroza, para la gente mayor. Igual de ahí viene ese apelativo de "carrozas" que ya nos aplican a nosotros también. Pero montar en esos asientos no era montar en los caballitos. El padre acompañando de pie al pequeño, a quien agarraba por la espalda. El miedo a que se parase la noria y "nos cogiera arriba"...

Por detrás, en la calle hoy de Juan José Ruano, las casetas de tiro, y algunas tómbolas. Subiendo, en Joaquín Hoyos, la Tómbola de los Jamones... "siempre toca... arriba la bola!". Las casetas para tomar el chato. Quizá nuestro primer contacto con el alcohol, que por cierto, no nos gustaba nada, porque lo que nos gustaba de verdad era el barquillo. ¿Y los dos maniquíes que pisaban la uva ? Creo que incluso daban algo de miedo.

Y todo porque las Ferias eran un cúmulo de sensaciones de alegría y de miedo, porque la noria daba miedo, y el pasaje también. Pero los coches de choque eran divertidos, y el tiro también. Aunque las escopetas estaban "desviadas" para que no sacáramos el premio. ¡Menudo premio! Un llavero del Madrid, un chisquero, una "torera" o una foto de Retamosa.
Eran tantos, tantos, tantos, los recuerdos, que necesariamente este relato tendrá otra entrega... o dos.