Vie19042024

Last update12:01:13 AM

"Y el toro dijo al morir..."

Valoración del Usuario:  / 24
MaloBueno 
Facundo


Sabores... a fresa... a menta... a pipas...

De nuestra vida, formaban parte los barrios y los colegios, los amigos y los juegos, y... Las Golosinas (obsérvese cómo el autor lo escribe con mayúsculas).

No, no, no... las chuches no. Las Golosinas (obsérvese cómo el autor lo escribe en negrita).

La referencia: la peseta. Todo entonces era "a peseta" o como mucho, "por una peseta te dan tres!". Alguna vez en el Colegio, nos enseñaron la diferencia entre valor de uso y valor de cambio. Las Golosinas eran el ejemplo. Por lo que nos daban a cambio, Las Golosinas eran muy baratas, porque con una "propinilla" que alguien te diera, llenabas el bolsillo.

A su vez, los puntos de venta de Las Golosinas, se convertían en el Skyline de Torrelavega. Eran los puntos de reunión de los chavales; y si no, pensad en Mantecón en la Plaza Mayor, y en Tuki al lado de la Virgen Grande. Esas dos eran las principales. Había otras como "Milán" detrás de La Casuca, o Teuca subiendo al Colegio.

 

A mi, siempre me maravilló la paciencia que tenían quienes atendían esas tiendas. "Ponme dos chicles Cheiw de fresa ácida, pastillas de leche de burra, dos palotes, un bolsa de pipas saladas, un pirulí,y tres negritos... ah! Y lo que sobre me lo das de caramelos de Kengo, y de Nata..." Y todo ello por siete pesetas! Siete! Jajajjajjajaj !!!!!! Cuatro céntimos de euro !!!!!! Admirable el ejercicio de paciencia.

En chicles destacaron los de Cheiw porque eran un nuevo concepto, tanto en su envoltorio metalizado, como en los matices de su sabor, retrogusto y acidez. Fueron muchos quienes le antecedieron: Bazoka también era potente.

En caramelos, recordamos los Kengo (de frutas), los de Nata, los Sugus que nunca desvelaron por qué los de piña eran azules. Había otros blanditos de Damm que sabían a avellana. A mí me parecían el colmo de la sofisticación. Los de eucalipto, que eran los que nos daban los abuelos, y picaban... En su última generación, los caramelos del Caserío eran el no va más.

Las pipas. Las que mejor han sobrevivido al paso de los tiempos. Encabezan este relato las pipas Facundo y su toro "lamentoso"... el pobre... Pero yo recuerdo muy bien las pipas de La Pilarica, que además de ser baratas y ricas, llevaban dentro un pequeño papelito doblado, donde siempre ponía "La Pilarica, repita". Parece ser, se comentaba, todo hacía pensar, que en alguna ocasión ese papelito tenía otro texto que indicaba que habías sido premiado con otra bolsa gratis. Yo no lo ví nunca.

Una generación después, llegaron las pipas saladas y destrozalabios. Otra posterior, trajo los piponazos.
Los palotes también tuvieron su sitio. De fresa, de nata y de chocolate. Personalmente, mis favoritos. Algún disgusto, claro, al deshacerse en los bolsillos.

Las pastillas de leche de burra, los maíces, los polos, los "negritos", los pirulís forrados de galleta y su capacidad de ceder al "chupeteo" alargándose hasta lo interminable. Golosinas de feria, manzanas de caramelo, algodón (y el jersey "para tirar), y rebanada de coco.

Y una sensación permanente: la de querer guardar y no poder de ninguna manera. "Voy a comer hoy dos, y dejo otras dos para mañana"... misión imposible. La capacidad de supervivencia de un día para otro de Las Golosinas, era tan frágil como aquellas bolas de cristal que contenían caramelos de todos los sabores y orígenes, en los ultramarinos de Los Azcárates...