El recién creado Plan de Telesalud permitirá apuntalar y afianzar el uso de la telemedicina en toda la región. Precisamente se han sentado las bases, con la presencia del consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, para la constitución del primer «Comité de Telesalud en el que participarán activamente responsables de las direcciones generales de Ordenación, Farmacia e Inspección; Transformación Digital y Relaciones con los Usuarios y del Servicio Cántabro de Salud (SCS).
El objetivo es «acercar aún más la salud a todas las personas, favorecer la equidad en la atención sanitaria, fijar población y evitar el despoblamiento en las zonas rurales de Cantabria», una premisa que se hace especialmente necesaria en plena pandemia como la que estamos sufriendo, ha explicado el consejero.
La telemedicina llegó para quedarse y su impulso era uno de los objetivos de legislatura, pero su avance imparable se ha acelerado por la crisis sanitaria.
De hecho, Cantabria «ya tiene una amplia experiencia acumulada en telemedicina», ya que se atienden pacientes por este canal desde hace varios años. Desde entonces se realizan de forma habitual videoconsultas de calidad de psiquiatría, enfermedades infecciosas, dermatología o digestivo.
Además, se han practicado más de 1.800 videoconsultas con pacientes judicializados, no solo en prisión, sino mayoritariamente pacientes con problemas legales que cumplen penas y medidas alternativas sin privación de libertad.
Cantabria ha desarrollado un sistema de videoconsultas de calidad que cumple con todos los procedimientos clínicos y técnicos que marcan las guías de países con amplia experiencia, fundamentalmente las Guías de la Asociación Americana de Telemedicina (ATA).
El Comité presentado sistematizará todo lo realizado hasta ahora y liderará su extensión y regulación en el sistema sanitario público de Cantabria. Desde la puesta en marcha del Plan de Telesalud, hace ahora tres meses, se han realizado 33 visitas presenciales a distintos centros y servicios de todos los hospitales, incluido Liencres, centros de salud, consultorios rurales y residencias de mayores. En ellas, se ha presentado oficialmente el plan y se han realizado demostraciones prácticas de videoconsulta.
Esta primera etapa nos ha de servir para trazar un camino que permita «que la telemedicina llegue a Cantabria para quedarse», y debemos de partir de una «masa crítica» de servicios que lo consoliden de forma totalmente coordinada. Una masa crítica cifrada en torno al 10-20% de los servicios totales, que evite que cambios en la organización de los mismos, de personas o equipos directivos, reviertan lo conseguido hasta ahora.
El modelo que tiene que asentarse será un sistema híbrido de telemedicina, donde se alternen consultas cara a cara, siempre que sea necesario, con la atención no presencial, que aporta grandes ventajas tanto para los pacientes como para los profesionales sanitarios porque agiliza la atención, evita desplazamientos innecesarios, favorece la equidad, es mucho más rápida y contribuye a descongestionar los centros asistenciales.
El reto más inmediato es iniciar un proceso de conversión de consultas telefónicas, y presenciales, a videoconsultas, para lo cual es necesario una gran coordinación entre todos, «para que podamos acompañar, y apoyar a pie de obra, a los clínicos en este cambio».
No hay que confundir videoconsulta y atención telefónica. En la videoconsulta hay un canal de vídeo y uno de audio sincronizados en tiempo real para que profesionales y pacientes interactúen como en una consulta física, siempre mediante la técnica y el aprendizaje adecuado y cumpliendo con los requerimientos de confidencialidad y autonomía del paciente. Sería el equivalente a una consulta presencial cuando no sea imprescindible la interacción física, como en el caso de exploraciones o pruebas complementarias.
Las consultas telefónicas, que han eclosionado de forma abrupta tras la pandemia, han supuesto una solución de emergencia, pero en muchos casos están suponiendo la prestación de una atención fuera de los protocolos de calidad establecidos, que puede acabar dando graves problemas. El objetivo es sustituir esta solución de urgencia por un modelo de videoconsulta normalizado, ya que en la interacción humana el lenguaje supone un 7%, la voz y el tono un 38%, y el resto (55%) el lenguaje corporal. De ahí que una llamada telefónica no puede cubrir todos esos requerimientos como una relación «cara a cara» profesional-paciente.
