Contra el dios del crecimiento económico y el hiperconsumismo

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CNSVBlackFriday


Sutil o no tan sutilmente, la maquinaria capitalista ha ido transformando fiestas y celebraciones familiares o comunitarias en días de consumo desmedido. Hoy en día esa sutileza ya no es necesaria, ahora implantan jornadas de consumo excesivo donde el hecho de comprar es el acto mayor. Nos han vuelto a colar una fiesta que no nos representa, al menos, que no nos debería representar.

La cultura del consumo, cultura de la desafección, nos adiestra para creer que las cosas ocurren porque sí, pero obedecemos, sin siquiera planteárnoslo, ordenes mayores, como si de una religión se tratase.

 

Las grandes superficies comerciales impusieron la medida y el pequeño comercio, pisoteado por estos templos del hiperconsumismo, con el apoyo de gobiernos locales sigue la nefasta implantación del conocido como "Black Friday". No puede ser mayor el error, tanto de comerciantes y administraciones locales, como de todas nosotras como individuos o comunidad.

Para nuestra actual clase política, resulta mucho más difícil aceptar políticas basadas en animar a la población a consumir menos y de forma responsable que políticas que animen a esa misma población a consumir como supuesta salida de la crisis.

Que las condiciones laborales lleguen a extremos de explotación, o que el clima de la tierra cambie de forma muy preocupante, es más fácil de aceptar que la idea de transformar la lógica fundamental del capitalismo, fundado sobre el crecimiento y el ánimo de lucro.

Nuestra ropa, nuestros aparatos electrónicos y nuestros muebles están hechos en China, pero el modelo económico ha sido construido en occidente. Pareciera que no somos responsables de la explotación laboral o del cambio climático, parece que fuéramos espectadores en este modelo de crecimiento. Como si no fueran nuestros gobiernos y nuestras multinacionales las que impulsan este modelo de desarrollo, como si no fuéramos nosotros los consumidores de tan horrible proceso.

Las victimas de todo esto son las gentes de a pie: los obreros y obreras que perdieron sus empleos industriales en la cuenca del Besaya, las trabajadoras y trabajadores que obtuvieron empleos en las fábricas de Bangladesh.

También son víctimas nuestras hijas e hijos que absorben el plomo con el que se pintan los juguetes que se llevan a la boca, o la empleada o empleado de una u otra gran superficie comercial que trabaja por un sueldo mísero que no cubre los gastos básicos.

Son víctima también nuestro medio rural abandonado, nuestros cascos urbanos desangelados, cualquiera de los ríos chinos contaminados por procesos industriales sin control medioambiental, las víctimas de guerras por el control de recursos en Irak o Siria, los habitantes de uno de los muchos territorios africanos expoliados por nuestro modo de vida o los refugiados climáticos que tienen que abandonar su hogar.

Necesitamos normativas sobre salarios mínimos vitales, sobre preferencia local en la contratación pública de empresas y recursos, políticas y programas integrales que conviertan las opciones bajas en carbono y respetuosas con la tierra en fácilmente accesibles y cómodas para todo el mundo. Pero, sobre todo, necesitamos que esas políticas sean equitativas, a fin de que no exijan a las personas que ya tienen actualmente dificultades para cubrir sus necesidades básicas un sacrificio adicional para compensar el exceso de consumo de las personas ricas.

"Si hay un motivo para la existencia de los movimientos sociales, es precisamente la negativa a aceptar los valores dominantes como algo fijado e inamovible, la disposición a ofrecer otros estilos de vida y la resolución de librar y ganar una batalla entre cosmovisiones culturales".

Nuestra mirada tiene que estar puesta en fomentar el espacio cívico, la actividad comunitaria, el robustecimiento y reinvención de los bienes comunales, la protección de nuestro territorio y cultura y un aire y un agua más limpios, contribuyendo a reducir la desigualdad.
¡No entres en su juego! ¡No consumas este viernes negro!